sábado, 3 de marzo de 2012

RAFAEL CANSINOS ASSENS. Su idea de teatro.







Fragmento del artículo de Dru Dougherty y María Francisca Vilches de Frutos: Carnaval y teatro: de Cansinos-Asséns a Valle-lnclán, pasando por el teatro comercial. El resto del artículo se puede leer aquí.

Resumen: 
 
El concepto de teatro de Cansinos iba contra la corriente aristotélica del momento que veía en el teatro una “escuela de costumbres”. Para Cansinos Assens tanto las ideas como la moralidad eran ajenas al teatro genuino: cuya esencia consiste en conmover a una masa, como en los antiguos ritos.  Como fenómeno orgiástico el teatro comparte rasgos en común con el carnaval: “son dos término afines, uno y otro se derivan (…) de una misma voluntad de exaltación (…) comunión de los sentimientos simpáticos que avivan la plenitud humana (…) anhelo de superar la realidad mediante la máscara elegida”.
Cansinos Assens pensaba que vivía los últimos momentos del teatro como “efusión simpática”, debido a que se extinguía por el influjo del teatro racionalista de Occidente.  Refugiado en los libros el teatro daba señales, no de vida, sino de extinción: “el teatro desaparecerá como desaparecieron los antiguos misterios y como está en vísperas de desvanecerse el carnaval”, por culpa de la razón crítica, “lo propio del espectáculo escénico es abolir esta facultad crítica, elevar el índice de los entusiasmos generosos y forzar el asentimiento unánime. Cuando la obra escénica no logra este fin, es porque se la ha desnaturalizado, se la ha equiparado al libro, se la ha convertido en una novela declamada”
Cansinos se refugia en el carnaval, al que considera de ímpetu “delirante y orgiástico” (carencias de la sociedad), “un gran teatro libre” que supone un ataque contra los instintos que reprime la sociedad española. “Esos hombres que se embadurnan con las heces del carnaval, son los clientes del teatro, sus adoradores y sostenes”, en cambio, sus enemigos, son aquellos partidarios del teatro de ideas o del teatro realista.
Cansinos,  apartándose de la crítica de su día, nombra al teatro como “un carnaval diminuto en que el hombre aprende a burlar las condiciones fatales de su existencia”. 
Tanto el carnaval como el teatro tienen una tendencia a "contrahacer la realidad" (nombrarla y crearla de nuevo)

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