domingo, 10 de abril de 2011

Una delicia de jardín



El jardín de las delicias, de Fernando Arrabal. Dirección: Rosario Ruiz Rodgers. Escenografía y Vestuario: Curtidores de Teatro. Diseño de Iluminación: Eduardo Vizuete. Música: Isidro Anaya. Intérpretes: Ángels Jiménez, Arturo Bernal, Mercé Rovira, Carlos Domingo. Madrid. Sala Cuarta Pared. 08 al 10 y 14 al 16 de abril del 2011.

Partamos de una hipótesis: el teatro nos hace mejores personas. Aceptamos esto. Y puede suceder de dos formas distintas: mostrando directamente la crueldad de la realidad desde una mirada cotidiana, o componiendo una partitura de super-realidad que pone en evidencia la limitada simplicidad de la mirada cotidiana.
  Este segundo teatro coquetea más audazmente con los sueños, con lo oculto y maravilloso, con la verdadera esperanza poética. Un ejemplo es El jardín de las delicias, de Fernando Arrabal. El autor es un experto creador de relatos que oscilan entre lo espiritual y la sabrosa suciedad, de imágenes sugestivas y personajes llevados al absurdo extremo, en aislamiento, en éxtasis a veces. Este germen textual, que genera por sí mismo el movimiento en la mente del lector, ha sido llevado a escena por la directora Rosario Ruiz Rodgers, con un dinamismo digno de mencionar, mediante transiciones sencillas, acordes con la convención teatral y sin grandilocuentes mecanismos. Colorismo: dos espacios-lugares distintos pueden cobrar mayor intensidad y oposición mediante una sencilla pero marcada iluminación. Detalles: el foco en el centro de la escena es un recurso teatral que no cabe desaprovechar. 
  Tienen esos cuadros escénicos una fuerza temblorosamente primigenia, arcaica. La prueba del algodón, para comprobar la eficacia del golpe, es el abandono de la sala por parte de algunos inconformistas; en cualquier caso, no los suficientes para empañar la ovación final del respetable, con cuatro salidas de los actores y algunos aplausos para las ovejas de cartón, animales-objeto con relevancia en la trama.
  El buen uso de los recursos teatrales de un texto con tal coherencia simbólica produce que el desenlace de la obra te deje sentado durante los minutos necesarios para aplaudir suficientemente la genialidad. Pese al deseo de una mejor factura en los objetos, para poder creer más cómodamente en la posibilidad de estos relatos míticos, en la grandeza. En este caso, de la expresión amplificada de unos personajes que transitan entre la esclavitud y el cuento de hadas, lo excremental y la pureza, el instinto animal y el amor, la materia y el espíritu, para terminar en una redonda y emocionante síntesis. Más Arrabales, por favor.  Los intérpretes de este montaje, producido por Proyecto Bufo y Curtidores de Teatro, han conseguido expresar esa potencia del alma humana en pugna, que se convierte dentro de la escena de la sala Cuarta Pared en sacralidad y, en algunos momentos, en desarticulación corporal, muecas y gestos grotescos y espontáneos, sin alardes ni coreografías minimalistas.
  La buena dirección del texto de Arrabal, dentro del Proyecto ETC de la Cuarta Pared, alimenta la esperanza de ver más teatro moderno, teatro moderno y a la vez producto de la verdadera necesidad poética.

Fabricio Barreiro

1 comentario:

Todo pasa por una razon dijo...

El teatro es un arte complejo, que permite expresar la autonomia, libertad y amor, a través del cuerpo.

Saludos,

Postes de madera