domingo, 11 de marzo de 2012

ENRIQUE DÍEZ CANEDO. Críticas.


1.- Jacinto Benavente y el teatro desde los comienzos de siglo.
Criticas: Benito Pérez Galdós: Electra.
Jacinto Benavente: Memoria de un Madrileño.

2.- El Teatro Poético.
Crítica: Eduardo Marquina: Teresa de Jesús.

3.- El Teatro Cómico.
Critica: Carlos Arniches: Vivir de ilusiones.
Con raíces en la picaresca, y sin haber perdido contacto con el “genero chico”, los dramas grotescos de Arniches llevan, como ha resumido el crítico Fernández Almagro, “a la creación por arbitrariedad; a la emoción por la pista extraña de un burla-burlado de gran linaje: camino magnifico por el que rusos e italianos han traído y llevado lo grotesco, como signo de un moderno concepto del mundo y de la vida. No es una vaga y sencilla relación de tema la que nos lleva a pensar, por ejemplo, en Andreief y su Hombre que aguanta bofetadas, esa sorprendente tragedia grotesca de Arniches, Es mi hombre, que no es la única de su autor gracias a la cual se establece un contacto insospechable entre nuestro teatro y determinadas direcciones de la literatura dramática extranjera. Es curioso que marque esta relación un autor tan castizo como Arniches. Castizo y universal en su última raíz imprevista: no cabe mayor transfiguración del sainete”.

4.- La Tradición Inmediata.
Crítica: Enrique Suárez de Deza: La dama salvaje.

5.- Elementos de la Renovación Teatral
Crítica: Miguel de Unamuno: Fedra.
Fedra, representada en Madrid, casi privadamente primero, 1917, y luego ante el público general, en 1924, es, con las palabras del autor “una modernización de la de Eurípides o, mejor dicho, el mismo argumento de ella, sólo que con personajes de hoy en día, y cristianos, por lo tanto, lo que la hace muy otra”. En cuanto a su escenificación, añade: “Esta Fedra puede representarse con la misma escena para los tres actos, consistiendo en una limpia sábana blanca de fondo –que simboliza un cuarto- una mesa de respeto y tres sillas, para que puedan sentarse, si lo creen alguna vez de efecto, los actores, y vestidos éstos con su traje ordinario de calle”. Unamuno no ve el teatro como cuadro; sus personajes pueden hablar en la oscuridad y eso le entrega muchas herramientas a un director avisado.
Ramón del Valle-Inclán: El embrujado.
Ramón Gómez de la Serna: Medios seres.
Federico García Lorca: Yerma.

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