Para un pueblo como el español, tan acostumbrado en estos aciagos días a manifestar su voluntad sobre cualquier cosa pública, qué mejor día que hoy para expresar su capacidad de movilización ante las cuestiones de capital importancia. Y sí: el teatro es una de ellas. Ya en 1928, cuando este país sufría el yugo de la falange, un tipo apellidado García Lorca, y que sabía un poco de esto, hacía esta afirmación que bien podría ser un llamamiento: “el teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso”. Expresivo y útil instrumento. En esta época en la que parece que todo pertenece a unos pocos que cada vez quieren más y que sólo saben monologar sus estrategias, qué mejor forma de reivindicar lo público, lo de todos, que defendiendo nuestro teatro. Esto es, salir a las calles a protestar y seguir protestando dentro del teatro. El teatro como protesta porque el teatro sí que somos todos. El teatro como creador de nuevas realidades posibles porque esta realidad sólo puede satisfacer a los que la han creado; porque en la asamblea que es el teatro, en donde todos hacemos falta, podemos empezar a dialogar lo que de verdad nos importa y convertir nuestros deseos, capacidades y nuestra mala ostia en realidad. Qué mejor día que hoy para salir a la calle y entrar en los teatros, recuperar los espacios que son nuestros, y comenzar la necesaria y urgente edificación de este país, que no está esta hecho de ladrillo como nos han hecho creer, sino de ganas de cambio, las cuales, deberían hoy reventar el barómetro del que hablaba Lorca.
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