miércoles, 21 de marzo de 2012

El síndrome de relevo


De: Lucía Vilanova. Dirección: Salva Bolta. Escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Ikerne Giménez. Iluminación: Luis Perdiguero. Diseño de sonido y música original: Luis Miguel Cobo. Vídeo: Emilio Valenzuela, Eduardo Moreno. Elenco: David Castillo, Carmen Conesa, Adolfo Fernández, Teresa Lozano, Macarena Sanz, Samuel Viyuela, Ileana Wilson. Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva. Centro Dramático Nacional. Del 11 de noviembre al 23 de diciembre de 2011.

El Centro Dramático Nacional ha empezado a programar obras de dramaturgos españoles que realizan un riguroso y comprometido trabajo con el teatro. En esta temporada, la última programada por Gerardo Vera, podremos disfrutar de Roger Bernat, Guillen Clua o, como es el caso que nos ocupa, Lucía Vilanova, que se ha estrenado en el Teatro Nacional con Münchhausen, texto galardonado en el año 2007 con el Premio Assitej de teatro para la infancia y la juventud.
La obra nos cuenta la historia de Nick, niño que sufre el Síndrome de Münchaussen a lo largo de varios años. Su madre, interpretada por la actriz Carmen Conesa, le causa enfermedades para que permanezca bajo su atención. El texto se desarrolla con facilidad si se conocen algunos de los síntomas de la dolencia y se obvian las coletillas que repiten, una y otra vez, algunos de los personajes.
La puesta en escena que firma Salva Bolta adolece de algunos elementos superfluos como el abuso de los audiovisuales o el excesivo esteticismo, aunque se fija, acertadamente, en la interpretación actoral.
El espacio escénico del espectáculo es limpio, de colores neutros, y matizado en por ecléctico vestuario: vestido de los años cincuenta para la madre y caracterización gótica para la hermana de Nick, Sofía, interpretada con acierto por una espontánea y fresca Macarena Sanz. Samuel Viyuela pone la voz al hermano muerto de Nick, personaje con fuerza y poco explotado por la autora.  David Castillo, el Jonathan de la serie televisiva Aída, da movimiento al protagonista de forma sorprendente, a pesar de la dificultad del papel. Una espectacular abuela, interpretada por la interesante veterana de las tablas Teresa Lozano; la criada, personaje ágil y de escasa carga dramática, defendida por Ileana Wilson y el padre, Adolfo Fernández, bien interpretado a pesar de su escasa presencia, completan el reparto. Carmen Conesa, la madre, realiza una de las interpretaciones menos destacables de su amplia trayectoria.
La escenografía, en dos niveles, ideada por Paco Azorín resulta atractiva y aséptica: juegos de telones, una cama con dosel y muebles elegidos cuidadosamente, como la llamativa cuna con dos mecedoras que aparece abriendo la obra y encuentra su reflejo en otra reproducción corpórea colgada en el techo. Debido al escaso peso simbólico, uno se pregunta, sobre la necesidad de un presupuesto tan elevado en los montajes de esta institución pública.
Al final, el público aplaudió el buen hacer de la dramaturga asturiana, dando un toque a la nueva directiva del Centro Dramático Nacional para que mantenga esta vía abierta y programe autores contemporáneos españoles de forma menos prejuiciada.

Irene Ochoa

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