jueves, 3 de febrero de 2011

La nochebuena de 1836

Análisis de “La noche buena de 1836”. Yo y mi criado. Mariano José de Larra

Habaguanex
En este artículo, una anécdota se convierte en el vehículo para conseguir que reflexionemos de temas profundos, paradójicos de la propia existencia.
Es lo que Alfred Hitchcock llamaría en cine"MacGuffin", el pretexto para contar algo realmente serio, mediante una excusa argumental que motiva a los personajes al desarrollo de una historia que en realidad carece de relevancia por sí misma, pero encierra verdades contundentes, que el autor necesita compartir.
No es extraña esta estrategia en Larra, que en sus artículos no transmite directamente denuncias, quejas o ideas, sino que las envuelve en recursos retórico literarios a modo de papel de regalo. Con esto consigue precisamente hacer un llamamamiento a los que nos acercamos a sus textos, propiciando que reparemos en lo que realmente quiere mostrarnos. Conduce nuestra atención al sitio que le interesa de una manera mucho más eficaz e interesante.Este ingenio aplicado por él a artículos periodísticos hace que cada uno de ellos se eleven a la categoría de obra artística.
El comienzo de "La Noche vieja de 1836", el autor nos muestra un Larra cansado, sumido en un profundo pesimismo, se refiere a su existencia de forma negativa, considerándola un fracaso. Es incapaz de crear por no tener el suficiente ánimo, siendo víctima de la pereza y de la crisis inspirativa. También nos hace cómplices de sus fracasos o decepciones amorosas dejándolas patentes. Aprovecha para de la forma más inesperada y sutil, entrelazar un tema divergente de otro de manera magistral. De este modo nos habla del Estado, de la censura hacia los escritores, la frustración de comprobar que lo escrito ha valido para poco, o en el peor de los casos para nada.
El mal estado del alma y su gran tristeza, se nos revela en pasajes del texto cargados de recursos líricos que rozan la poesía, aun siendo prosa. El juego de comparaciones y metáforas, al equiparar el llanto, su llanto, con los cristales sudorosos, y con el sufrimiento de un hombre que no estereotipa su dolor.
Profundamente inductor a la reflexión, realiza una mirada externa e introspectiva en lo que respecta al comportamiento de los seres humanos dentro del sistema social que le tocó vivir. Establece comparaciones y denuncias, basándose en el funcionamiento de las reglas y tradiciones que la propia sociedad ha establecido. Larra nos habla de la hipocresía y de la incongruencia entre la espiritualidad y la fe excelsa que profesa el hombre, su contradicción con su forma de festejarla y representarla, mediante el saciar necesidades tan básicas como el beber y el comer. Ese mismo hombre supuestamente piadoso comete excesos que contrastan con las carencias y con la explotación a la que se ven sometido otros.
No por azar escoge el 24 de diciembre, fecha en la que todas las familias, más creyentes o menos, se reúnen supuestamente para intercambiarse amor y solidaridad. ¿El amor quizá que han negado el resto de los días del año? Temas manidos, pero dichos de una manera que parecen renovados.
Nos plantea una realidad terrible donde la falsedad, la insensibilidad, la superficialidad y la desigualdad campean impunemente. Nadie queda exento de la reflexión y de la crítica mordaz. Larra se detiene también ante la dureza de la vida y el implacable sorteo de escollos que el hombre debe traspasar para seguir en ella.
Por último el autor se desnuda, arremete contra sí mismo, para mostrarnos la falsa creencia en la superioridad por parte de los "cultos”, “eruditos" respecto a las clases más elementales intelectualmente hablando. Se sienta en el banquillo como acusado, aceptando el juicio, en el que a penas emite réplicas, y cual criminal confeso inclina la cabeza. La paradoja de que precisamente esas clases que llenan su espíritu conectado a los placeres fisiológicos y a las satisfacciones más primarias, son más felices porque hasta ahí llega el horizonte de sus preocupaciones y aspiraciones. Irónico y curioso es precisamente que por boca de un ser supuestamente más simple, es que llega esta reflexión.

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