jueves, 20 de enero de 2011

El Día de Difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio


El escritor costumbrista ha de tener la habilidad de mostrar los defectos de la sociedad, corregirlos y desterrarlos de una vez para siempre.
Enrique Rubio



Larra en una carta que escribió a sus padres, fechada el 8 de enero de 1836, les comunicaba el contrato ventajoso que acaba de firmar con el periódico El Español; 20.000 reales, algo inusual para los tiempos que corrían. Se trataba de una publicación de prestigio a la que tenía que entregar dos artículos por semana. En este periódico se imprimirán los artículos considerados preludio del fin de Larra: el que nos ocupa, Fígaro en el cementerio y Necrología. Exequias del conde de Campo-Alegre.

El día de Difuntos de 1836 se publicó por primera vez en El Español, el dos de noviembre de 1836. Larra tenía aceptación por parte del gremio periodístico, gozaba de una buena posición, pero no era algo que a él le interesase especialmente. Su compromiso político le acabo llevando a la muerte. La desazón de no observar ningún mínimo cambio.
Desde la primera línea se nos muestra un artículo de corte claramente pesimista, con el uso de la paradoja y la ironía, pero menos mordaz que sus artículos anteriores. Un artículo menos crítico y más derrotista. Larra ha tirado la toalla.
Ya no hay posibilidad de cambio en una sociedad llena de grietas, no hay tiritas tan grandes para unir las heridas. Todos sus artículos anteriores se los ha llevado el viento y sus palabras han sido utilizadas en vano.

La memoria. No tener memoria, no querer acordarse de lo que hicimos y de lo que pensamos es un mecanismo físico que nos permite vivir con mayor felicidad. Vivir en la ignorancia significada acarrear con la tareas cotidianas, no reflexionar sobre las circunstancias en las que vivimos, ir sobreviviendo y ser más felices; sin pensar en la posibilidad del cambio, en la realidad de las utopías.

En atención a que no tengo gran memoria, circunstancia que no deja de contribuir a esta especie de felicidad que dentro de mi me he formado...”

Larra puebla su texto de múltiples referencias, alusivas, que dan un rasgo de color al artículo, como la que hace a la obra de teatro El Califa de Bagdad (obra criticada negativamente por Larra en La revista Española).
Después de un primer párrafo de corte pesimista e introductorio continúa su artículo, como otros de los suyos, con una duda. La duda le permite poner en marcha el mecanismo de la reflexión -como a Descartes- y le acaba llevando a la melancolía. La intranquilidad hogareña le hacen salir de casa para encontrarse con el mundo y alegrarse, pero se da de bruces con la realidad.

Volvíame y me revolvía en un sillón de éstos que parecen camas, sepulcro de todas mis meditaciones, y ora me daba palmadas en la frente, como si fuese mi mal mal de casado, ora sepultaba las manos en mis faltriqueras, a guisa de buscar mi dinero, como si mis faltriqueras fueran el pueblo español y mis dedos otros tantos Gobiernos...”


Larra sitúa el artículo el Día de Difuntos, lo que le permite desarrollar de forma paradójica el corpus principal de su artículo. La gente se dirige al cementerio a visitar a sus muertos y para eso han de salir de la puertas de Madrid, ir a las afueras, pero -se pregunta el autor- ¿dónde está el cementerio? ¿fuera o dentro? Una pregunta cuya respuesta le conduce a la iluminación:

(...) y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cinerario de una esperanza o de un deseo”

Se puede observar en la construcción de los artículos de Larra un clara raíz dramática. Va poblando todo el texto de antecedentes que va retomando una y otra vez, de pequeñas referencias que dan unidad y coherencia al texto. También apreciamos el uso de la ironía y un lenguaje más enfurecido, crítico.

¡Fuera, exclamé, fuera! -como si estuviera viendo representar a un actor español-”

¡Qué insolentes son los que ponen letreros en las paredes! Ni los sepulcros respetan”

Se plantea una mirada al nosotros mismos, al estatismo, como raíz del mal social, como posible motor de cambio que ha dejado de funcionar. Larra no se excluye, aunque, a veces, se sitúe en una posición de superioridad.

¡Necios! - decía a los transeúntes- ¿Os movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos por ventura? (…) ¡Miraos, insensatos, a vosotros mismos, y en vuestra frente veréis vuestro epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y vuestros abuelos, cuándo vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen; ellos no serán alistados ni movilizados; ellos no son presos ni denunciados; (…) ellos son los únicos que gozan de la libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo.”

Larra plantea imágenes en sus artículos: la gente saliendo de Madrid, en masas, y él avanzando en dirección contraria. Él frente a la multitud. La metáfora hermosa. La vida real.

Los muertos son los que viven porque tiene paz y libertad: paradoja ilustrativa. La única libertad sobre la tierra... construcción muy cuidada e hilada en todo el texto. En la crítica a las instituciones enlaza su artículo con las referencias dadas en el segundo párrafo.
La mayoría de sus referencias críticas se hayan latentes, no de forma explícita; consigue así no alejar al público menos especializado. Artículos con varios niveles de compresión.
Crítica a la religión y al fanatismo religioso.

Después de haber establecido las reglas de quién está vivo y quién está muerto realiza un juego de espejos y contrarios.

Imágenes lúgubres, románticas.

Pero ya anochecía, y también era hora de retiro para mi. Tendí una última ojeada sobre el vasto cementerio. Olía a muerte próxima. Los perros ladraban con aquel ladrido prolongado, intérprete de su instinto agorero”

El corazón de Larra ha albergado tiempo atrás ilusiones, deseos y vida.

Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón (…) También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro”

Ni siquiera le queda la esperanza. También ha muerto. Todas sus esperanzas de una nueva Constitución, libertad, opinión nacional, etc., no se cumplen. Se da por vencido. Descanse en paz.



Pincha aquí para acceder al artículo, aquí

Pincha para acceder a un artículo sobre Larra y el suicidio, aquí

Irene Ochoa

No hay comentarios: