Tengo frío, tengo miedo y tú ya no estas aquí…
Tus llaves quedaron en la mesa y atrás quedó lo que había sido una vida entre tú y yo. Atrás quedaron miles de ideas que no se cumplieron. Atrás quedaron, junto a mi horrible figura, un mundo de caricias que día a día construimos y que ahora nos negamos.
Fue un día de verano. Estábamos en la playa, el mediterráneo nos acompañaba y nosotros, como un par de tontos, nos mirábamos fijamente a los ojos. Nos habíamos comidos unos helados. Tomábamos el sol sin precaución. La arena se introducía por nuestras ropas. Tus labios estaban fríos y tu cuerpo caliente. No sé si fue esa mezcla, pero de mi boca aparecieron palabras que marcaron nuestra época: “Podemos hacer todo lo que queramos”, dije sin medir consecuencias.
Y lo hicimos. Creamos mundos a granel. Hablábamos y las letras se pegaban sin darnos cuenta en hojas vacías. Bailamos y el cuerpo nos daba vida. Hicimos cosas espectaculares cuando nadie aun podía hacerlas. Así fuimos conociéndonos y de cierto modo nos hicimos más adultos.
Ese día no nos casamos, pero un lazo más fuerte que un anillo nos mantuvo juntos. Sin embargo esto no era más que otra historia de amor y eso lo veo ahora en tu rostro. Si hubiese entendido esto antes, no estarías ahí. Si hubiera comprendido que nosotros no teníamos nada de diferentes, no habría tenido que hacer esto. Nunca debí pensar que lo de nosotros era para siempre. No debí forzarte. Pero lo hice.
Hace dos días saliste por la puerta dejando las llaves sobre la mesa. Dos noches que no descanso en nuestra cama. Y en lo único que pienso ahora es en mentirte como cuando estábamos juntos. Deseo decirte que todo ira bien. Que lo superaremos...
-¿Me arrepiento?-
Tengo frío, tengo miedo y tú no estas aquí Una mancha roja rodea tu cuerpo. Estas tirada en esa calle alejada del centro. Pero debo caminar. No me puedo detener. Si lo hago me acusarás de que todo esto es un engaño. Lo siento, en realidad lo lamento, no quise dañarte, no quise darte “castillos en el aire”, no quise hacerte creer que podíamos ser buenos. No lo somos y no lo soy. Me gustaría que este final fuese distinto, pero tú estás en esa calle y yo continúo huyendo.
P. Ugrumov
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