sábado, 23 de junio de 2012

Teatro de instintos




Ligazón. De: Ramón Ma del Valle Inclán. Dirección: Matilde Rambourg. Dramaturgista: Javier Hernando Herráez. Espacio escénico:María Carvajal. Elenco: Haizea Águila Mingues, Javier Carramiñana, Pablo de la Chica, Elena Esparcia Pinar. Diseño de luces: Rodrigo Alonso Miranda. Vestuario: Antonio Jiménez. Música en vivo: Facundo Devitto Mokotoff. Sala García Lorca, RESAD. 

La teoría de La evolución de las especies, de Charles Darwin, nos abrió un camino en el que nuestro emparentamiento con los animales no dejaba lugar a dudas. Aún así, con el paso del tiempo y con la vorágine evolutiva en marcos más avanzados, socialmente hablando, hemos olvidado un poco esta realidad. Pues bien, de vez en cuando hay fenómenos que nos refrescan la memoria, y queramos o no, nos sorprendemos de lo que aún somos en materia genética, a pesar de los esfuerzos por alejarnos de este vínculo. Una de esas experiencias vitales que nos hacen reconocernos en esta faceta, es el teatro, sobre todo, en aquel que conserva ese aspecto ritual que en sus orígenes tuvo. Este tipo de teatralidad, donde el componente del rito pervive, es sin duda la historia que nos cuenta la obra, Ligazón, de Ramón Mª del Valle Inclán. Con ella su autor nos hace reencontrarnos con esa parte menos humana que todavía guardamos en el inconsciente, vinculada a ese modo de expresión escénica que hunde sus raíces en ceremonias ancestrales. Este hecho, fue constatado una vez más el pasado 18 de Mayo a las 13:30 en la sala García Lorca de la Real Escuela Superior de Arte Dramático, donde la representación de esta pieza, plagada de un profundo misticismo, fue retomada por la alumna, Mathilde Rambourg de 3º de Dirección y varios alumnos que cursan igual grado en las diferentes disciplinas que es esta escuela se cursan. Juntos trabajaron en una puesta en escena renovada bajo la visión de esta estudiante que hizo gala de ser conocedora de gran cantidad de recursos narrativos teatrales, que no por disímiles, entraban en contradicción. El texto original desentrañado con la acertada colaboración de Javier Hernando Herráez, fue la base de un trabajo que logró sacar el inmenso caudal expresivo de esta obra.
     La historia aparentemente clásica en la temática, donde el personaje de, La mozuela, es instada por su tía y forzada por su madre para que acepte a un hombre, no por amor, sino por beneficios materiales, será la que rija toda la trama. Esta situación entrará en pugna con los sentimientos de atracción instintiva de la joven hacia al personaje de, El afilador, que se siente arrastrado hacia esta de igual forma. Aparentemente no se nos descubre nada novedoso, ella, la novedad, se encuentra en el halo mágico y salvaje que pocos como Valle Inclán saben impregnar en el teatro. El espacio escénico ecléctico elegido, donde la intemporalidad no daba posibilidades de ubicar la trama en un contexto específico, permitía ampliar el diapasón de universalidad de la obra. 
     El vestuario también de diferentes estilos, se fundía en una estética que solo describía una cosa, facetas del comportamiento humano. La utilización de un espacio sonoro, ejecutado en vivo por el músico, Facundo Devitto Mokotoff, conformó una atmósfera entre salvaje y urbana que potenció una interpretación en la que la variedad estilística también fue protagonista. La tía celestinesca, La raposa, recordaba a las vampiresas del cine y fue eficazmente encarnada por un hombre, el actor Javier Carramiñana. Las interpretaciones protagonistas a cargo de Pablo de la Chica y Elena Esparcia Pinar, en el papel de El afilador y de La mozuela, respectivamente, respondieron con creces al planteamiento psico-físico de la puesta. En el rol de la madre, La ventera, la actriz Haizea Águila Mingues, realizó un trabajo corporal que nos hacía recordar a una marioneta del teatro Bunrraku japonés con el que nos dio una visión novedosa de un personaje que normalmente es presentado en clave tradicional. La iluminación como elemento narrativo y potenciador de clímax funcionó en todo momento.
     Al término del fatal desenlace de la trama, las elecciones de dirección, escenográficas, escénicas e interpretativas, levantaron como activados por un resorte, a un público eufórico que se reconoció en todo momento en esa historia primitiva y ritual.

Habaguanex

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