sábado, 23 de junio de 2012

Un teatro para nuestra época‏




El vergonzoso en palacio. De: Tirso de Molina. Versión: Yolanda Mancebo y Yolanda Porras. Dirección: Yolanda Porras. Elenco: Ines Recuero, Luis Seguí, Macarena Sanz, Alberto Barahona, David Aguirregomezcorta, Mapi Molina, Inés Bucero, Cristina Gil, Joana Messias, Fernando Delgado, Ainoa Blanco, Antonio Rodríguez, Cristina Bucero, Ivan Serrano. RESAD, Sala García Lorca. 8 de Marzo 2012.

El teatro del Siglo de Oro, en la actualidad, está lleno de prejuicios. Y con ellos se debe de luchar al ir a presenciar una obra de la época: El habla en verso, la visión machista, la xenofobia, los personajes de la monarquía, etc. Pero sólo basta una buena representación de este gigante repertorio para romper con cualquiera de estas ideas.
La oportunidad la tuvo esta vez Yolanda Porras con la dirección y adaptación, en compañía de Yolanda Mancebo, del Vergonzoso en palacio de Tirso de Molina. La obra se vio en todo momento con un ritmo ágil y una puesta en escena sobria, llevada a cabo por un grupo de interpretación de tercer año de la RESAD.
El escenario desprovisto de cualquier elemento de escenografía contó con una estructura practicable en el centro de la escena que recreo los diferentes espacios con la ayuda de la palabra o un elemento significativo. De esta forma vimos como ese lugar se transformaba en un bosque, en una habitación, en un palacio, etc. Dos hileras de sillas a los costados  donde esperaban su turno los actores fue el lugar donde se producía la música que era realizada en directo por los propios intérpretes.
Si pensamos que para los contemporáneos de Tirso el teatro significaba una fiesta, un lugar donde divertirse y donde el teatro era el guía en un día de diversión; sin duda nos quedamos cortos con cualquier propuesta teatral de la actualidad. Sin embargo, este teatro tiene una energía que brota como una necesidad y se hace escuchar. Y por eso fue una fiesta lo que presenciamos dentro de la sala García Lorca (RESAD) durante esas casi dos horas que duraba la representación. Una fiesta que no nos mostró antigüedad.
El verso se transformó en música dentro del espectáculo. Un verso, que por las características del autor, podríamos  denominar como “duro”, pero con gran carga sicológica en la elaboración de los  personajes. Esto, sin duda, ayudó para producir la empatía con el espectador y eso fue uno de los aciertos de la adaptación Yolanda Porras y Yolanda Mancebo que supieron mantener ese carácter y además entregaron más competencias a ciertos personajes que en la obra original no poseían reduciendo por ende la cantidad de actores necesarios.
La dirección de actores nos propuso una puesta en escena alejada de una concepción naturalista donde se jugaba mucho con la imaginación del público. La entrada y salida de los actores en diferentes escenas fue un gran acierto y ayudó a mantener el ritmo de la obra. Los actores se vieron aplicados, pero en un comienzo un tanto “encorsetados” con el verso. Sin embargo, a medida que la obra avanzaba se iban encontrando más cómodos en el registro y en la dicción, que al comienzo de la obra, mostró un nerviosismo propio del principiante.
A pesar de estos pequeños errores, lo que vivimos fue una experiencia encantadora donde la concentración y el trabajo fueron los principales sostenes del espectáculo. El ritmo no decayó en ningún momento y los cambios de actos de inmediato eran amenizados por cantos que como un leit motiv nos anunciaban lo que sucedería a continuación. El público agradeció, sin ninguna duda, con unos calurosos aplausos al acabar la función a estos jóvenes actores que demostraron una vez más que no existe un teatro antiguo para un buen montaje.

P. Ugrumov

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