Vida y muerte de Marina Abramovic. Creador, director de escena y escenógrafo: Robert Wilson. Co-dirección: Marina Abramovic. Dirección musical y composición: Anthony. Figurinista: Jacques Reynaud. Iluminación: A.J. Weissbard. Elenco: Marina Abramovic, Ivan Civic, Amanda Coogan, Willem Dafoe, Andrew Gilchrist, Antony, Elke Luyten, Christopher Nell, Kira O’Reilly, Antony Rizzi, Carlos Soto, Svetlana Spajic (y el grupo Svetlana Spaji Group). Madrid, Teatro Real.
Al principio, llenan el espacio tres ataúdes con tres cadáveres de Marina Abramovic, mientras unos perros husmean por la escena. Con esto, la artista ha querido escenificar lo que será su propio entierro, que se desarrollará en varios lugares al mismo tiempo para que nadie sepa cuál será el verdadero sepelio.
Vida y muerte de Marina Abramovic es teatro de alta costura. Sí, teatro. Evitaremos aquí tratar de si opera o teatro. Pues, en el momento actual, persiste la ópera según los moldes clásicos, que también es teatro y tiene su público. Por otro lado, existen ejemplos que demuestran cómo la ópera se puede llevar a la vanguardia, siendo también teatro. Y finalmente, hay grandes espectáculos, como es el caso del dirigido por Robert Wilson y presentado en el Teatro Real, que integran el género operístico con otros lenguajes escénicos y poéticos, con el objetivo de conseguir un resultado acorde con aquello de la obra de arte total. Y en cualquier caso, parece inevitable la inercia de asociar con la ópera todo lo que se represente en el Teatro Real. ¡Caramba! Al final hemos tratado el tema.
Para los iniciados en el trabajo de la performer Marina Abramovic, el espectáculo adquiere una emotividad especial. Es una especie de testamento profesional y vital de esta madre de la performance, con alusiones a los impactantes actos que han cosechado éxitos innumerables en la escena internacional del arte moderno. También se desnuda Abramovic, respecto a episodios realmente traumáticos de su infancia en la antigua Yugoslavia, o en cuanto a su relación con el también artista y performer Ulay.
Se suceden cuadros de la vida y las acciones de Abramovic, evocadas mediante cuidadas coreografías. Algunas recuerdan la poética del polaco Tadeusz Kantor, en la que los personajes se convierten en objetos. Otras se deslizan hacia una estética clownesca. Y otras simplemente son cantadas o narradas, como el día en que Abramovic y Ulay decidieron recorrer la Muralla China desde destinos extremos para encontrarse y decirse adiós, concluyendo su relación.
El conocido actor Willem Dafoe aparece en una plataforma fuera de escena, maquillado recargadamente. Recuerda al Joker de Batman. O más concretamente al “Duende Verde” de la película Spiderman, en la que encarna al personaje. Dafoe sostiene el desarrollo de la obra, dada su función de narrador y la expresiva estética que le envuelve. Su contundente presencia en las tablas y su proyección de la voz atraen la mirada.
Por supuesto la estética visual de la obra es impecable, la iluminación y el espacio sonoro de filigrana. Precisión, creación de atmósferas envolventes e imágenes sugestivas que caracterizan la marca Robert Wilson. La presencia de Anthony, sus letras y su tono inimitable aportan el lado más lírico del espectáculo, contrastando con el relato cómico y ácido, a veces, adoptado por Abramovic y Dafoe. Para concluir, señalaremos con placer la escena en la que interviene el grupo yugoslavo “Svetlana Spaji Group”. Y su coreografía, ahondando en el eclecticismo y la mezcla de culturas. Y no podemos olvidar el mensaje, sí, de la obra. Las palabras que Abramovic –por Dafoe– repite como un mantra: el artista no debe ser egoico, el artista no debe ser rastrero, el artista no debe pisar a los otros.
Fabricio Barreiro
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