Historias Mínimas. De: Javier Tomeo. Dirección: alumnos tercero de dirección RESAD. Elenco: Jesús
Gago, Jorge Quesada, Javier
Laorden, Mario Martínez, Luis
Seguí, Cristian Torres, entre otros. Sala García Lorca de la RESAD.
Lo bueno si es breve dos veces
bueno. Y es que lo corto está de moda. No hay más que observar el fenómeno del
“Micro teatro” en el barrio de Malasaña o las estructuras dramatúrgicas fragmentadísimas
del director del año Alfredo Sanzol. La inmersión durante horas y horas en
oscuras salas de teatro está caduca. Vivimos rápido y queremos teatro express. Quizás por eso Eduardo Vasco se
ciñe a la actualidad y elige para las muestras de sus alumnos las Historias Mínimas de Javier Tomeo. Historias
de realismo mágico algunas, que rozan el absurdo otras, pero ninguna de más de
cinco minutos. Tomeo, cuyas obras han sido más montadas en Francia que en
España, ofrece un mundo propio, singular. Estilo sobrio, minimalista. Escritor
en un inicio de novelas, desarrolla una interesante y extensísima obra en más
de cuarenta años de trayectoria.
Los alumnos han tenido la difícil
tarea de exponer en pocos minutos una idea, un punto de vista de estas pequeñas
historias. Las escenas, en su mayoría binomios de personajes fueron resueltas de
maneras variopintas.
Se abre la escena con Barbería de barrio, presenta una situación tensa y extraña a la que José
Ramón Gómez da una lectura provocadora y efectiva.
La
corbata presentada
por Pedro Casas capta y eleva el aire mágico de Tomeo. Sin llegar literalizar una
segunda intención se deja sentir la subrepticia sensación de extraña ficción
bajo un manto de supuesta realidad. Casas hila inteligentemente los lenguajes escénicos
desenmarañando los tejidos del autor. Consigue una propuesta hilarante y redonda
que deja completamente satisfecho al espectador.
Un hombre se mata y no muere en El suicidio por Raúl Rodríguez. Es una
escena deliciosa que se torna un poco tele novelesca por el enfoque trascendental
de la puesta en escena.
Bárbara Ogar realiza una escena
estática y pobre en recursos. Heliodoro y
Felisa pese a su brevedad resulta extensa.
El golpe de humor es el gancho de
Noé Denia, hábil en la creación de gags.
En Vagón de ferrocarril, un médico .que
se dirige a ejercer su profesión a un pueblo desconocido, se encuentra durante
su viaje en tren con unos habitantes del lugar al que se dirige, que se
desvelan preocupantemente inquietantes.
Rebeka Ruiz Guerrero escenificó Esquina de una calle. Su estilo gestual,
parodia la danza y aprieta la interpretación de llevándolos al límite. La
propuesta algo grotesca combina movimiento y palabra sin que estos tengan
concordancia.
Un poco más extensa, en relación
a las cortas historias de sus compañeros, es la propuesta de Mathilde Rambourg; Encrucijada oscura. Al estilo Beckettiano
dos personajes clownescos esperan a un tercero, que nunca llega, para matarlo.
Con pocos elementos Mathilde crea imágenes muy sugerentes y resuelve la escena
con buen gusto.
Una vuelta de tuerca le falta a
la escena de Manuel Bañez Departamento de
Vagón cuyo punto de vista se difumina en la ambigüedad.
Alberto José de Paz cierra la
muestra con Los mariscos y haciendo
honor a este nombre, saca a toda una manifestación de gambas con pancartas en
una resolución de escena, surrealista y al parecer improvisada.
Vasco presentó la muestra con un
breve y vacuo discurso en el que dio paso a la acción y la misma se cerró con una
foto final de actores y directores. Una bonita muestra levemente arruinada por
los alumnos-espectadores que van a ver sólo al “amigo” rompiendo la atmósfera
con el constante abrir y cerrar de la puerta de sala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario