sábado, 23 de junio de 2012

Armonía teatral




La Hostería de la PostaDe: Carlo Goldoni. Dirección: José Gómez. Elenco: Javier Lago, Ana Mayo, Borja Luna, Antonio la Fuente, Julian Ortega, Chema Rodríguez. Vestuario: Vicenta Rodríguez. Escenografía: José Gómez. Iluminación: José Gómez y Pedro Casas. Cartel: Paloma Rodera. Sala García Lorca. RESAD.

De forma general la armonía es el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo, y su resultado siempre connota belleza. En música, la armonía es la disciplina que estudia la percepción del sonido en disposición vertical o simultánea en forma de acordes y la relación que se establece con los de su entorno próximo. Si creáramos una analogía con el arte teatral, en él, los acordes o partes serían la dirección, interpretación y cómo no la parte técnico- artística. En ella deberían converger de forma equilibrada todos estos factores. Y esto fue precisamente lo que tuvo lugar en la representación de la obra, La Hostería de la Posta de Carlo Goldoni, llevada a escena en la sala Valle Inclán de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, el día 20 de abril del presente año, por un grupo de actores y personal artístico por la batuta del estudiante de 3º de Dirección de Escena, José Gómez. 
     La corta pieza del siglo XVIII, bajo clave de comedia, donde su autor se aleja del teatro erudito de su época y de la propia improvisación de la Commedia dell ́Arte que en su día cultivo, cuenta una historia amorosa de enredo en la que un único personaje femenino experimenta desde la transgresión a la imposición matrimonial, hasta el descubrimiento en sí misma de una emancipación como mujer al final del periplo. El escenario concebido para esta puesta fue único y conformado por un espacio prácticamente vacío con solo seis sillas colocadas en diagonal muy cerca del telón de fondo. En ellas los actores esperaban en pose sus correspondientes turnos para interpretar. Estos, en la inmovilidad, trasmitían sus energías, que se percibían conectadas a lo que ocurría en el desarrollo de la obra, aún sin intervenir directamente. Cabe destacar el dominio estilístico del que todos hicieron gala, destacándose el desempeño escénico de Javier Lago y Ana Mayo en los papeles de Conde y Condesa respectivamente. La valía de todo el elenco brilló por derecho, sobresaliendo sobre todo las labores en el dibujo de sus respectivos personajes, Borja Luna, como el Teniente y Chema Rodríguez, como el Camarero. El núcleo de la acción transcurre en el término medio más cercano al espectador, transformable solo por la acción física de los actores y por la utilización de algún elemento de atrezzo. En él y a pesar de la cercanía al público, los actores se desenvolvieron con gran dominio de las tablas con un trabajo de movimientos que se fusionaba con la psicología de los personajes. La ductilidad, tanto física como interpretativa primó en ellos, aportando gran dinamismo y esa capacidad mística de empatía absoluta con los presentes. 
     José Gómez en su desempeño como director, logró un eficaz empaste, en cuanto a la guía actoral se refiere. Su concepción del espectáculo logró mostrarnos una técnica basada en explorar al máximo las capacidades interpretativas, espaciales y simbólicas que emanan de la obra, además de una armonía estilística. El joven director con un lenguaje sutil nos ha llevado por los caminos más contemporáneos que el texto de Goldoni nos presenta. De esta forma el mensaje de la obra alcanza un grado de vigencia que la hace ser recibida de una manera latente y viva. La iluminación fue escueta y simple, si se quiere, pero efectiva y convincente en cualquier caso. El vestuario y la caracterización perfectamente seleccionados y cuidados hasta el más mínimo de los detalles, pasó la prueba del algodón a pesar de la proximidad casi palpable de la mirada de los presentes. Fue sencillamente otro de los elementos cruciales que aportaron esa compresión estilística y esa unidad compositiva a la representación. La Hostería de la Posta, de la RESAD, percibida como pieza artística, logra un equilibrio en todas las partes que la conforman, aflorando en ella esa, “armonía teatral” y perfecta disposición en el conjunto de sus “acordes escénicos”.

Habaguanex

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