Grooming. De: Paco Bezerra. Dirección y espacio escénico: José Luis Gómez. Producción: Teatro de La Abadía. Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI). Diseño de vestuario: Ana López. Diseño de sonido: Luis Miguel Cobo. Diseño de vídeo: Alfonso Nieto. Ayudante de dirección: Carlota Ferrer. Elenco: Nausicaa Bonnín, Antonio de la Torre. Teatro de La Abadía.Sala José Luis Alonso.
Alegra que se estrene en La Abadía la dramaturgia de los autores más actuales, el joven Paco Bezerra, licenciado en Dramaturgia por la RESAD en 2004 y titulado en Interpretación por el Laboratorio de Teatro William Layton (2000), ganó el Premio Calderón de la Barca en 2007, y en 2009 el Premio Nacional de Literatura Dramática por Dentro de la Tierra. La obra Grooming es una muestra de la garra de este dramaturgo, su inconformismo, su planteamiento de los aspectos más violentos de la realidad. La tragedia griega vuelta del revés. Los mitos en la sordidez.
La ficción teatral debe luchar por su supervivencia. Y contar historias que sean verosímiles. Que le aporten al público ese grado de experiencia verdadera que le restan los periódicos.
La escenografía reproduce con detalle el ambiente de un rincón solitario del parque donde se desarrolla la acción. En torno a un banco se desarrolla el encuentro, lleno de tensión, entre una chica joven y un hombre, que mediante chantajes le obliga a permanecer sentada en el banco. Durante la primera parte de la obra, al espectador le asalta una gran duda: ¿qué sucede entre la niña y su familia para que no pueda compartir un problema tan grave? Obviamente el crítico tiende a hacerse preguntas demasiado fáciles e inapropiadas.
Porque precisamente ahí reside la particular fuerza del texto de Paco Bezerra: ¿en qué mundo vivimos, en el que no confiamos en nadie? Ciertamente el texto recurre a un tour de force dramático que consiste en alimentar la identificación con uno de los personajes – ella – para luego presentárnosla del revés.
A lo largo de gran parte de la historia ella, Nausicaa Bonnín, parece ser una niña asustada, vestida de colegiala eso sí, que acude no por su propia voluntad a un encuentro con lo que a todas luces es un acosador de menores. Junto a Antonio de la Torre, elevan el registro naturalista en el que interpretan. De la Torre utiliza sus enormes recursos para hacer verosímil un papel mercurial: el perfecto incomprendido que oscila entre el intento de conquista y la absoluta violencia del abusador. Pero, de repente, ella nos sorprende a todos desvelando sus verdaderas intenciones. Perplejos nos quedamos cuando oímos como se desprende de la máscara y va acorralando al otro, mediante detalles de su vida privada, su casa, su mujer y su hija pequeña. En cuestión de segundos, el poder pasa de mano a mano y ella le chantajea, porque ha estado en su casa y posee material informático que demuestra sus acosos por internet. También horribles costumbres que involucran a su propia hija.
Todo esto, muy difícil, transcurre en la escena con tal suavidad, que a los amantes del teatro no puede dejar de agradar. Nausicaa Bonnín evoluciona sin anticiparse, con gran contención. Pero las justificaciones de los personajes son muy extrañas y nunca quedan claras. Una serie de proyecciones nos van desvelando las conversaciones entre los dos personajes por Messenger, mientras los mismos de carne y hueso las reproducen con expresión neutra, sentados en el banco. Algo redundante.
Al principio y al final de la obra, un hombre aparece en escena con una gran cabeza de conejo. Estos dos cuadros oníricos encuadran la historia, a modo de prólogo y epílogo, introduciendo un aroma de misterio al tiempo que remarcan la idea de que nada es lo que parece.
Fabricio Barreiro
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