Ligazón. De: Valle- Inclán. Dirección: Mathilde Rambourg. Dramaturgista: Javier Hernando Herráez. Coreografía: Xenia Sevillano. Elenco: Haizea Águila Mínguez, Javier Carramiñana, Pablo de la chica, Elena Espacia Pinar. Música: Facundo Devitto Mokotoff. Espacio Escénico: María Carvajal. Iluminación: Rodrigo Alonso Miranda. Vestuario: Antonio Jiménez. Sala García Lorca. RESAD.
Dado el carácter de las obras del autor, tuve la sensación de revivir a un Valle Inclán, que muchos han buscado sin éxito. Pero que aquí en esta sala de la escuela y bajo esta versión y esta visión fresca, original y contemporánea, ha sido posible saborear la dramaturgia de este gran autor español.
Dado el carácter de las obras del autor, tuve la sensación de revivir a un Valle Inclán, que muchos han buscado sin éxito. Pero que aquí en esta sala de la escuela y bajo esta versión y esta visión fresca, original y contemporánea, ha sido posible saborear la dramaturgia de este gran autor español.
Tanto
los elementos de actualidad, como podrían ser esta especie de vinilos semitraslúcidos
que hacen de pared y que separa al público de forma singular, como el suelo de
tierra oscura casi negra en contraste con ese juego de luces que entran en
diagonal formando colores, hacen del conjunto una apuesta radiantemente actual
y con un ritmo a todas luces conseguido.
El
público miraba como sólo se pueden mirar las obras de Valle, desde el
desconcierto risorio y desde el humor negro del dramaturgo, que parecía
llegarnos con naturalidad y elegancia. Las escenas estaban perfectamente hiladas
unas con otras, y la coreografía animal y teatral, llena de un erotismo difícil
de transmitir, aunque conseguido sin la menor duda; ya que estaban cargados de
una sensualidad animalesca que hizo soñar a más de un espectador, parecía que
un pacto de sangre entre ellos envolvía de misterio el momento.
Los
cambios de registro en la actriz Elena Espacia -que encarnaba a la madre- daban
ese toque de humor tan desequilibrado de Valle y que junto a Javier Carrimiñona
travestido y esbelto (con toda su horterada a cuesta), formaban un dúo casi
esperpéntico, la esencia de la obra. Un acierto los cinco personajes de la
obra. Un equilibrio en todos los elementos
reunidos y sobre todo una sensación final de que Valle sigue siendo
grande y de que es posible extraer su esencia y adaptarlo a cualquier tiempo
sin perder su naturaleza. La sensación de que en el escenario hay vida, es la
principal razón por la que merece ser
visto este espectáculo.
Juana Galgo Vereda
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