La
hostería de la Posta. De: Carlo Goldoni. Dirección: José
Gómez. Elenco: Antonio de la Fuente, Javier Lago, Borja Luna, Ana Mayo,
Julián Ortega, Chema Rodríguez. Vestuario: Vicenta. Sala Garcia Lorca. RESAD.
El que fuera considerado el
fundador de la Comedia Italiana moderna, Carlo Goldoni, ha llevado a los
escenarios sus obras durante casi tres siglos, como todo buen clásico. Hoy, la
Escuela de Arte Dramático cede una de sus salas para que el joven director José Gómez nos lleve a conocer su propuesta
sobre una pieza de este autor que entre muchos temas nos habla sobre la
honestidad del amor en la mujer y sus obligaciones. Son múltiples los temas que
podemos extraer de la obra. Sobre todo una fotografía de la alta sociedad
veneciana del siglo dieciocho.
Dejando
al margen una trama simple, encontramos sencillez en los elementos necesarios
para que la obra sea representada: una austeridad de escenografía en escena -sin
necesidad de cambio de decorado- y también del propio enredo de la obra. No
podemos decir lo mismo del vestuario fiel e historicista, o bien; de una
lámpara de araña como símbolo de la suntuosidad de esta clase alta. Seis sillas
sobre el escenario. Seis representantes que sentados toda la obra, esperaban su
momento de gloria con cierta presencia escénica propia de su clase social
elevada.
Una
mezcla de lenguajes y códigos, entre naturalismo, farsa y comedia del arte que
en momentos rompía y en momentos trasladaba a lugares ajenos a nuestra
concepción actual del poder y de la vida. Nos recuerda, constantemente, nuestro
lugar como espectadores, mirando lo ridículos que eran los señores y señoras de
esta condición. La comedia del arte y naturalismo son difíciles de fusionar.
Lo
mejor los actores cómicos, que frente al público hicieron reír con descaro a
más de un espectador. La técnica del director enfocada en las capacidades
interpretativas y espaciales que emergen de la obra alcanzó en su mayor parte
una frescura con algún momento de distanciamiento, con los apartes dichos a
público directamente. Este elemento en mi humilde opinión fue el portazo de la
protagonista. Una transgresión. Un estoy harta. Una pataleta. Este final dejó
al público eminentemente crítico y profesional con lecturas más o menos
enfrentadas y es que fue un poco desproporcionado dentro de tanta proporción.
Un gesto poco creíble en ese contexto. Y es que Nora… sólo hay una.
Un
espectáculo bien armado y digno para unos, algo burgués y anticuado para otros.
Juana Galgo Vereda
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