viernes, 22 de junio de 2012

Un mar poco turbulento



Jinetes hacia el mar. De: J.M. Synge. Dirección: Rebeka R. Guerrero. Dramaturgista: Rosalía Martínez, Alejandro Ruffoni. Elenco: Lola Manzano, Cristina González, Paula Ruiz, Carlos Algaba. Coro: Estela de Frutos, Nerea Gorriti, Ana Ballesteros, Javier Lago, David Aguirregomezcorta, Manuel Báñez, Jesús Gago. Escenografía: Guillermo Campa, Sergio Guerra. Iluminación: Javier Bernat. Vestuario: Arancha Rodrigálvarez. Sala Valle-Inclán de la RESAD.

Cuando el océano se lleva a tus hijos y a todos los hombres de una casa, el dolor queda impregnado para siempre en sus paredes, en sus voces, en sus cuerpos y en los rostros de los que aún viven.  De las mujeres que aún respiran y se resignan a una vida extraña y oscura. Eso es la tragedia de Synge de donde se dice que Lorca tomara alguna influencia. Y esto es lo que se llevó a escena, de mano de la alumna de dirección Rebeka Guerrero.
     La apuesta es ya digna de  ser concebida como un género teatral, y el trabajo también digno de un alumno. Pero dicho esto, este género teatral no es fácil de lograr, máxime si la clave pretende ser naturalista y realista, como parece que fuera el caso. Lo que comienza con un tono y una atmósfera claramente trágica, es la continuación de lo mismo, con un mismo final. Acertado el coro último por las distintas voces bien logradas en su conjunto y posición en el espacio escénico. Este espacio constituía una escenografía muy atractiva, con peces reales que colgaban de cuerdas. Esta apuesta del naturalismo era en el sentido actoral bastante similar para todos sus personajes, que resultaron ser algo planos.
     La dramaturgia que no parecía a bote pronto carecer de sentido, le hubiese faltado quizás destacar en ella los aspectos más importantes de la misma. De esta forma al no ser todo igual de importante quizá alguna sorpresa hubiese despertado al espectador, que se mantuvo correcto, o como en mi caso, distraído.
     Me hubiese gustado sentir el dolor de esa madre, el sentido de la tragedia, dentro de la belleza estética que envolvía a sus personajes.  Quisiera a una Bernarda en la escena. Donde la contención brillara por su ausencia y no una madre ahora vieja, ahora joven, ahora grito, ahora hablo. Aunque las comparaciones son odiosas, es cierto que el personaje principal no difiere del resto. Y el resto, todos con la tragedia en el rostro de principio a fin, fue lo que quizá hizo flaquear un espectáculo como digo, digno de intento y no del todo imposible.
     La ambientación sonora y técnica muy elaborada y hermosa. El lenguaje poético del texto al estar en clave naturalista lo  hacía poco creíble. Al tratarse de  una familia perdida en aquel lugar de montaña y pobre hasta la crueldad,  este lenguaje distanciaba de forma natural.  Esas pequeñas incoherencias que a veces no entendemos de donde vienen,  fuesen quizá lo que habría que afinar y que estoy segura su autora sabrá lograr.
     Y para los que no tuvieron el placer de conocer a Synge, el autor de esta tragedia,  espero que esta crítica no les desanime a su lectura. Ya que difiere mucho este texto de ser leído a ser representado. Como tantas de las grandes obras, como por ejemplo el mismo Shakespeare, donde su lectura es todo un manjar de sensaciones que muchos directores se han empeñado en estropear. No es este el caso de la joven directora, menos aún de una alumna con no pocas expectativas.


Juana Galgo Vereda

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