sábado, 23 de junio de 2012

Ciencia ficción




Macbeth. De: William Shakespeare. Versión y dirección: Helena Pimienta. Escenografía y dirección audiovisuales: Jose Tomé. Diseño audiovisuales: Emilio Valenzuela y Eduardo Moreno. Iluminación: Felipe Ramos. Vestuario: Alejandro Andújar. Dirección musical: Iñaki Salvador. Elenco: José Tomé, Pepa Pedroche, Óscar Sánchez Zafra, Javier Hernández-Simón, Tito Asorey, Belén de Santiago, Anabel Maurín. Teatros del Canal

Shakespeare es el gran poeta. Helena Pimienta tiene ya la experiencia necesaria para ponerlo en escena. Con la compañía Ur Teatro estrenó, en 1992, El sueño de una noche de verano, Premio Nacional en 1993. En 2009 recuperó el montaje, actualizándolo. Integraba en un espectáculo el registro realista-poético, el clown, la danza contemporánea y la farsa. El espacio sonoro del bosque mágico era enormemente sugestivo. La escenografía bellísima, firmada por José Luis Raymond, con biombos y elementos naturales. Y los actores transitaban de una escena a otra con gran fluidez, alcanzando la elevación del lenguaje shakesperiano.  
  Macbeth, obra marcada por una tradicional mala fortuna en sus históricos montajes, ha sido rememorada mediante la fusión de la grandilocuente, y clásica, forma de tratar el verso del autor, para algunos trasnochada, y las recientes proyecciones 3d. Esta unión resulta interesante. Además de agradar tanto a jóvenes como a experimentados, a clásicos y a modernos, a expertos y profanos.
  El proscenio se usó en esta ocasión como lugar en el que se decían los monólogos, la mayoría de un Macbeth atormentado por la culpa y el miedo. Estos soliloquios inciden en la mirada hacia dentro. Y también intensifican esa curiosa necesidad de que los actores sufran cada una de sus réplicas, diciéndolas como inspiradas por una fuerza ultra terrena. El sufriente Macbeth se desgañita en escena progresivamente, una acertada y sobria Lady Macbeth le aconseja, mientras conspiran contra sus enemigos. Como mobiliario sólo una silla, bien aprovechada, que acompaña al rey regicida hasta el momento final, acorralado en el centro de la escena por sus enemigos y su locura. 
  Hay pequeños detalles que elevan el montaje. Después del crimen, los protagonistas aparecen con las manos rojas. Pero la excesiva oscuridad, pese a ser coherente con la tragedia de Shakespeare, nos produce una cierta claustrofobia. Un terror pop, alimentado por esa estética tan moderna, unos videos que parecían traer ciertos ecos de El señor de los anillos, con unas brujas Fatídicas muy de película.
  Las referencias al siglo XX acentuaban una modernidad no siempre fácil de identificar con los componentes telúricos de Macbeth. Una adaptación que nos acerca la obra, en lo que se refiere al lenguaje plástico. En los trajes de los personajes,  los ejércitos y masas proyectados en tres dimensiones, por ejemplo, se alude a la estética de la Primera Guerra Mundial.
  Sería una buena idea seguir montando las comedias y tragedias del Bardo de Avon. Y con los medios audiovisuales, la profesionalidad y la coherencia de este Macbeth del Teatro del Canal podrían arriesgarse propuestas más vanguardistas. Esta tecnología parece abrir grandes posibilidades escénicas. Pero es una cuestión difícil. Resulta complicado llevar a la vanguardia el lenguaje literario y teatral de nuestro autor inglés del siglo XVII. Quizás la ciencia ficción no es el camino idóneo.

Fabricio Barreiro


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