viernes, 22 de junio de 2012

Teatro en los camerinos



Un hueco. Creación: Aramburu/ Cano/ Gómez / Hener. Dirección: Pablo Osuna.Elenco: Jesús Gago, José Gómez, Alejandro Leonardo. Sala Kubik Fabrik. Madrid.

Durante la última década, el teatro argentino -al menos parte- ha tenido gran repercusión en el país con la piel de toro. Su éxito se debe a una mezcla de humor negro e irónico con dosis de extraña cotidianidad. En muchas ocasiones  la frescura de los textos nace de los juegos de improvisación. Lo que se origina encima del escenario se convierte en una excepción original y entretenida.
Un hueco, de creación argentina (Aramburu, Cano, Gómez, Hener), se suma a la lista de textos que ocurren en un espacio no convencional, la trastienda de un velatorio instalada en el polideportivo de una pequeña localidad. Tres amigos se reúnen en los vestuarios para dar el último adiós a Santiago, compañero de la infancia. Uno de ellos, emigrante en la gran ciudad, y al que hace tiempo que no ven; los otros dos, residentes en el pueblo que les vio nacer y sostienen el peso de una rutina asfixiante: trabajo, cervezas y juegos de ordenador. El texto cuenta con resortes dramáticos que hacen avanzar la acción, pero que no tiene desarrollo final; los reconocibles Macguffin de Hitchcock resultan ajenos al espectador de teatro, acostumbrado a sacar consecuencias de cualquier suceso.
Pablo Osuna, director del montaje español, traslada la acción a la península y convierte Kubik Fabrik -teatro donde hemos podido ver la obra- en capilla ardiente. El público, mientras espera para ocupar sus asientos, asiste a un ágape, ginebra y corona de muertos incluida. Más tarde, convertido en un voyeur de excelencia, se acomodará en sus butacas instaladas en los camerinos -espacio no convencional-. La escenografía y la iluminación no son realistas, son las reales. Sin efectos ni artificios. Los cacharros y achiperres propios del espacio convierten la puesta en escena en juego actoral, con el público en primera línea de fuego.
La interpretación es el pilar que sostiene el buen funcionamiento del montaje. Los tres jóvenes actores demuestran su valía y buen hacer encima del escenario. Unos movimientos más limpios, debido al reducido espacio, ayudarían a transmitir de forma más clara la emoción al público. Jesús Gago da vida al provinciano, reconvertido en madrileño, que no quiere enfrentarse con la realidad que dejó atrás. Alejandro Leonardo encarna al amigo ingenuo y José Gómez, interpretando a un mecánico de gran carga dramática, resuelve con talento los altibajos emocionales de su personaje.
Tiene la representación teatral más de un parecido razonable con una capilla ardiente y no es porque muchos se empeñen en darle puntilla -¡pobres ingenuos!-, sino por lo que ambos tienen de encuentro. El público aplaudió y disfrutó con la ceremonia. Dando fe, una vez más, de la vitalidad del teatro. Animalillo que respira con la misma fuerza de siempre.


Irene Ochoa

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