En defensa propia. De: Alfonso Pindado. Dirección: José Luis Cheka. Elenco: Chema Rodríguez, Natalia Domínguez,
y Pilar Gil. Diseño escenográfico: Jorge
Dalle. Sonido e Iluminación: Agustín
Espinel. Sala Triángulo,
Madrid
Tres
personas se encuentran en un viaje que en realidad es una metáfora de la vida.
La relación entre las dos mujeres es la vía para profundizar en las cuestiones
que se plantean en el tránsito de la existencia. En En defensa propia se expone esta relación para en apariencia
provocar un enfrentamiento consigo mismos y con los demás, pero que no está
resuelto de manera que esto ocurra, ya que la dilación en el tiempo de sus
largos monólogos distancian de este deseo de provocación, consiguiendo tal vez
el efecto contrario.
Esta obra que en principio -y según
la sinopsis- busca movilizar al receptor,
se ve atropellada en su misma dialéctica. Es cierto que la dramaturgia
de Pindado es extensa en su retórica, por lo que difícilmente se puedan hacer
muchos cambios en el espacio, que aún así y con gran voluntad de su director -Cheka-
supo solucionar con algunas contradicciones que no se entendían muy bien.
Las dos actrices finalmente cayeron
en una suerte de similitud en sus discursos a veces violentos, otras con un
intento fallido de sensualidad, que nada aportaban al discurso de Pindado.
Una escena donde una de las
actrices se monta sobre una tabla enorme con cuatro ruedas, sobre la que se
movía descalza y con cierta dificultad no tenía razón alguna. Más bien
molestaba ver cómo podían ser atropellados sus pies descalzos, mientras largaba
un discurso casi sindicalista o político, algo que difícilmente puede movilizar
a una sociedad harta de discursos.
La interpretación en clave de
Stanislavski, frente a una escenografía simbolista y austera; chocaban brutalmente.
El público con no más de diez espectadores,
escuchaba con educación las palabras pronunciadas por los actores. La sensual
coreografía de las chicas motivo no funcionó y la razón podía ser únicamente
que no tenía cabida alguna. A estas alturas, aferrarnos a la idea de que dos
bellezas puedan lograr en la escena aquello que no sabemos construir, es
simplemente un fracaso.
Juana Galgo Vereda
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