viernes, 22 de junio de 2012

Vuelta al monodrama




En defensa propia. De: Alfonso Pindado. Dirección: José Luis Cheka. Elenco: Chema Rodríguez, Natalia Domínguez, y Pilar Gil. Diseño escenográfico: Jorge Dalle. Sonido e Iluminación: Agustín Espinel. Sala Triángulo, Madrid

Tres personas se encuentran en un viaje que en realidad es una metáfora de la vida. La relación entre las dos mujeres es la vía para profundizar en las cuestiones que se plantean en el tránsito de la existencia. En En defensa propia se expone esta relación para en apariencia provocar un enfrentamiento consigo mismos y con los demás, pero que no está resuelto de manera que esto ocurra, ya que la dilación en el tiempo de sus largos monólogos distancian de este deseo de provocación, consiguiendo tal vez el efecto contrario.
Esta obra que en principio -y según la sinopsis- busca movilizar al receptor,  se ve atropellada en su misma dialéctica. Es cierto que la dramaturgia de Pindado es extensa en su retórica, por lo que difícilmente se puedan hacer muchos cambios en el espacio, que aún así y con gran voluntad de su director -Cheka- supo solucionar con algunas contradicciones que no se entendían muy bien.
Las dos actrices finalmente cayeron en una suerte de similitud en sus discursos a veces violentos, otras con un intento fallido de sensualidad, que nada aportaban al discurso de Pindado.
Una escena donde una de las actrices se monta sobre una tabla enorme con cuatro ruedas, sobre la que se movía descalza y con cierta dificultad no tenía razón alguna. Más bien molestaba ver cómo podían ser atropellados sus pies descalzos, mientras largaba un discurso casi sindicalista o político, algo que difícilmente puede movilizar a una sociedad harta de discursos.
La interpretación en clave de Stanislavski, frente a una escenografía simbolista y austera; chocaban brutalmente.
 El público con no más de diez espectadores, escuchaba con educación las palabras pronunciadas por los actores. La sensual coreografía de las chicas motivo no funcionó y la razón podía ser únicamente que no tenía cabida alguna. A estas alturas, aferrarnos a la idea de que dos bellezas puedan lograr en la escena aquello que no sabemos construir, es simplemente un fracaso.

Juana Galgo Vereda

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