Tres Años. De Chejov. Adaptación y dirección: Juan
Pastor. Elenco: Raúl Fernández,
María Pastor, José Maya, Alicia González, José Bustos. Vestuario: Teresa Valentín. Teatro Guindalera. Madrid
Los
pequeños espacios intentan mantenerse a flote para no ser arrastrados por la
crisis y, mientras tanto -bien aferrados al tronco del árbol del teatro-, hacen
lo mejor que saben hacer. Baste como ejemplo el Teatro Guindalera. A pesar de
seguir buscando nuevos cauces de financiación, en su sede de la Calle Martínez
Izquierdo, se puede disfrutar de la interesante propuesta de Tres años, adaptación de la novela breve
de Chéjov. ¡Y todo gracias a la fidelidad de su público!
El texto, una reflexión sobre las decisiones tomadas en
el trascurso de la vida, ha sido
trasladado a la España de los años treinta; aunque sea ésta, una historia sin
fronteras. Es difícil tomar un camino y nunca sabremos si el elegido es el
correcto -si acaso existe-. No se desanimen. La libertad radica en las pequeñas
decisiones. La pieza muestra un acertado equilibrio entre la comicidad y el
drama con final abierto; enriqueciéndose con otras obras del autor ruso y la
creación actoral.
El
adaptador y director del montaje, Juan Pastor, ha sabido dar forma al humor
chejoviano sin convertirlo en una astracanada; simple y efectivo. La sencillez
de la puesta en escena está sustentada en el juego escénico, la convención y la
metateatralidad: todo eso que llaman teatro. El uso de herramientas como el
distanciamiento subjetivo (los personajes se desdoblan en narradores) crean un
ritmo ágil, con continuos guiños al patio de butacas y cargado de musicalidad:
los personajes comparten réplicas, los silencios aparecen cuando deben e,
incluso, se canta (¿conocen Al mundo le
falta un tornillo de Gardel?)
Una tarima de madera define el espacio y los personajes
esperan – a vista, sin trampa ni cartón- su turno para actuar. La escenografía
está compuesta por muebles tapados con telas y descubiertos a su tiempo, un
biombo, un piano y poco más. La iluminación acompaña a la fábula caracterizando
el tiempo y el espacio. No hacen falta grandes parafernalias para disfrutar de
un buen espectáculo. El peso de la puesta en escena recae en la interpretación,
dando sentido al subtexto de Chéjov con acciones muy cuidadas: dar cuerda a un
reloj, remover la taza de té o bailar con una sombrilla. Raúl Fernández,
espléndido, rellena de pequeños matices al protagonista de la obra. María
Pastor consigue trasladar emociones a partir de gestos nimios, pero tampoco se
quedan atrás José Maya, ni Alicia González, ni José Bustos (encargado del
piano).
El mundo escénico de Tres
años se hace real delante de nuestros ojos. A lo largo de la hora y tres
cuartos, el público rio y se emocionó cuando tocaba, cosa que agradeció
enrojeciendo sus manos de tanto aplauso. Ya lo saben, ahora que la palabra
crisis lo inunda todo, no se olviden del otro teatro. El teatro hecho por quien
conoce el oficio, de pequeño formato y que es capaz de ponernos la piel de
gallina.
Irene Ochoa
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