viernes, 22 de junio de 2012

Demasiado dolor



Tom Pain (una obra basada en nada) De: Will Eno. Director: Alberto Villarreal. Elenco: Gerardo Trejoluna. Sala Pradillo.


El dramaturgo Will Eno, originario de Brooklyn es considerado por algunos críticos y especialistas como el Beckett de nuestro tiempo. Muy representado en Londres y Nueva York, sus textos no tienen mucho protagonismo en la cartelera madrileña, sin embrago en la sala Pradillo pudimos degustar una de sus piezas de la mano de la compañía mexicana  Entrepiernas. 
     Tom pain (una obra basada en nada) es una experiencia teatral. Un solo actor Gerardo Trejoluna,  nos cuenta tres historias en primera persona que son recuerdo y trauma que se entrelazan e interrumpen. Largos  silencios, provocación, miradas.  La cuarta pared no existe, él nos habla directamente a los ojos  con sinceridad, nos pregunta. En un acto de entrega absoluta, confiesa  esas cosas difíciles, encalladas en la memoria. Sin embargo todo es ilusión, el actor interpreta un texto, no habla de su propia vida aunque lo parezca. La propuesta tiene halos de performance, de vivencia, de teatro pos dramático, pero es un drama.
     En la escena desnuda un gran bloque rectangular de hielo es el único elemento escenográfico. Va derritiéndose durante  la hora y diez de representación. Mientras nos cuenta fragmentos de la historia Trejoluna interactúa con el hielo. Se sienta sobre él, lo lame, lo plancha, lo rompe e incluso hace equilibrio sobre ese bloque  de altura considerable. Provoca  inquietud en el espectador, transmite la sensación de peligro. Es un elemento que funciona como metáfora de la fragilidad del personaje, un ser vivo que se va desintegrando y cuyas aristas cortantes se desparraman por todo el escenario cuando Gerardo los golpea con una maza.
     Trejoluna no necesita más, su presencia y aplomo en la escena denotan su larga  experiencia. El trabajo corporal y la capacidad para soportar el dolor, son sorprendentes. Sus pies descalzos se mantienen sobre le hielo casi toda la obra.
      A medida que esta avanza el absurdo se apodera de la escena. Se desafía a dos personas del público a salir al escenario con la promesa de una acción que no se cumple. Los voluntarios se quedan en el escenario cuando Trejoluna se va. Nos quedamos esperando algo, que es nada. Sin aplausos, sin indicaciones, los voluntarios vuelven a sus asientos y el público comienza levantarse poco a poco para dirigirse a la salida con una sensación extraña.
Éramos pocos, apenas llenábamos las primeras dos filas de las cien butacas de la sala. Ese petit comité de privilegiados aquella noche disfrutamos del encuentro. Descongelamos algunos de los prejuicios acerca de lo que sí y lo que no debe hacerse en el teatro. Probamos un bocado de vivencia y nos quedamos  muy satisfechos de ser desafiados a presenciar el dolor por más incómodo que sea.

Ángel de Aza

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