Titus Andronicus. De: La fura dels Baus. Dirección y
dramaturgia: Pep Gatell. Intérpretes:
Vidi Vidal, Iván Altamira, Joaquim Revenga, Ramón Tarès, Carles Fígols,
Roelkis Bueno, Darío Ese, Diana Bernedo, María Pérez, Raúl Vargas, Joan Serra. Composición musical: Robert Merdzo. Mercat de les Flors.
Si tuviese que dar un sabor a una tragedia, sería sin dudarlo
amargo o agrio, en cualquier caso desagradable. A veces la sangre es difícil de
digerir. Si alguna cosa sobra en Titus
Andronicus es precisamente esa violencia física rodeada de sangre. Escenas
de violaciones, de antropofagia, descuartizamientos o amputaciones diversas
convierten este texto en uno de lo más brutales de Shakespeare.
Titus Andronicus es una tragedia
familiar llena de represalias, una selva de animales salvajes que se devoran
entre sí, un autentico festín de sangre… La Fura dels Baus, más concretamente
su director Pep Gatell se ha pasado de vuelta. Por un lado ha involucrado al
personal de un restaurante con los propios actores. Durante todo el espectáculo se pasan
cocinando y en el momento de la escena del banquete que Titus ofrece a Tamora,
un total de 28 espectadores pueden participar del festín. Estos espectadores
han sido seleccionados mediante un concurso. Ellos podrán disfrutar en directo de
la comida mientras les salpican la sangre ficticia del espectáculo. La Fura en
esta escena, intenta sin mucho éxito recuperar su lenguaje furero.
Para llegar
a esa escena los espectadores han tendido que soportar sin gracia, ni fuerza,
ni tensión, ni por supuesto emoción, un
lenguaje soporífero durante una hora antes de la llegada de ese esperado final.
La Fura ha
evolucionado, ha probado rumbos diferentes, y ahora dice que vuelve a sus
orígenes. Se puede ver perfectamente cuando el asistente cada vez que ve
acercarse un artefacto móvil se predispone a apretarse y morirse de miedo, pero
nada de eso ocurre. La tensión deseada se convierte en un achuchón bien
controlado por los técnicos del equipo. Para evitar manchar a nadie con la
sangre derramada, estos mismos se encargan de abrir el hueco.
La historia resulta imposible de seguir porque la atención no está
en el desarrollo argumental sino en el esfuerzo por epatar con movimientos,
luces, músicas y tinta roja. Ni tan abrumadores ni sobrecogedores. Mucho gore
muy diluido. De hecho el espectador participa poco, aunque se repartan unas
escasas bolsitas de comida y uvas.
Las estructuras sobre ruedas por donde se
desplazan los actores, las imágenes de video juegos proyectados sobre las
pantallas que delimitan el espacio, los recursos, en definitiva, que hace
veinte años resultaban esplendorosos y
llenos de energía, ahora aquí, en Titus,
ya no son lo que eran. Han conseguido dejar en segundo plano el texto, los
actores no saben muy bien por donde moverse y probablemente no saben que deben
de hacer.
Es posible
que este texto no haya caído en buenas manos. O quizás nos hemos hecho mayores
y este lenguaje furero tenga que
evolucionar en manos de nuevos miembros.
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