ELS JUGADORS. (Los
jugadores) De: Pau Miró. Elenco: Andreu Benito, Jordi Boixaderas,
Jordi Bosch y Boris Ruiz. Escenografía: Enric Planas. Vestuario: Berta
Riera. Iluminación: Xavier Clot. Espacio sonoro: Marta Folch. Teatre Lliure Barcelona.
En Els
jugadors, nos encontramos con cuatro hombres hundidos en el fracaso
personal y profesional. La derrota es su espacio vital, a partir de una derrota
se genera otra más profunda. Cada personaje encuentra la suya diariamente. Uno
de ellos no hace nada para no perder a su esposa y a su barbería, otro no logra
conseguir ningún papel tras hacer miles de castings, otro no resuelve un problema
matemático, otro no consigue sacar a su amante del prostíbulo del cual trabaja.
Cada uno de ellos vive su propia desgracia.
Pau Miró, es
un joven dramaturgo de Barcelona que se arriesga a contar historias sencillas
con gran profundidad. En esta ocasión nos cuenta una historia llena de humor
donde nos enseña la realidad a través de la ironía. Las cuatros historias se
entrelazan para desarrollar progresivamente un final que desde el principio nos
presenta el autor, un robo. Miró sabe moldear con astucia los caracteres de los
personajes dando a cada uno su propia personalidad. Es sorprendente cuando nos
presenta de forma justificada la parición del fantasma del padre del profesor
fallecido recientemente.
Sorprendentemente
el autor saca pequeños detalles humorísticos de estos cuatro personajes que
están marcados por una existencia intranscendental. Es probable que ni sirvan
para ser perdedores. Cuando juegan a cartas es como si tuviesen un espejo que
reflejara sus propias vidas. En la que ninguno de ellos ha salido ganando.
Cabe
destacar la interpretación de los actores que han sabido transmitir la esencia
de cada personaje, ensalzando la figura de Jordi Boixaderas que representa con
gran maestría el personaje de actor fracasado que incluso nos deleita con una
canción que deja al público sin respiración. Sin olvidarnos de Jordi Bosch que
destaca, una vez más, su vis cómica.
Nos hayamos
ante una atmósfera que deja poco al sentimentalismo. Dentro de un piso antiguo
que está a punto de caerse a trozos. Donde
la ironía del juego y el azar juega sus propias cartas. Dentro de este
patetismo e ironía de la obra, Miró no cruza la línea del histrionismo en
ningún momento. A pesar de la atmósfera creada consigue la risa de algún
espectador que se debe sentir identificado con alguno de los personajes.
Por lo
tanto, una sencilla pero efectiva obra en la que nada sobra y nada falta, que
transporta al espectador al interior de las desgracias de los personajes, y que
deja en sus retinas un buen trabajo.
Aleix Serra
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