viernes, 22 de junio de 2012

Un grupo de desgraciados



ELS JUGADORS. (Los jugadores) De: Pau Miró. Elenco: Andreu Benito, Jordi Boixaderas, Jordi Bosch y Boris Ruiz. Escenografía: Enric Planas. Vestuario: Berta Riera. Iluminación: Xavier Clot. Espacio sonoro: Marta Folch. Teatre Lliure Barcelona.

            En Els jugadors, nos encontramos con cuatro hombres hundidos en el fracaso personal y profesional. La derrota es su espacio vital, a partir de una derrota se genera otra más profunda. Cada personaje encuentra la suya diariamente. Uno de ellos no hace nada para no perder a su esposa y a su barbería, otro no logra conseguir ningún papel tras hacer miles de castings, otro no resuelve un problema matemático, otro no consigue sacar a su amante del prostíbulo del cual trabaja. Cada uno de ellos vive su propia desgracia.
            Pau Miró, es un joven dramaturgo de Barcelona que se arriesga a contar historias sencillas con gran profundidad. En esta ocasión nos cuenta una historia llena de humor donde nos enseña la realidad a través de la ironía. Las cuatros historias se entrelazan para desarrollar progresivamente un final que desde el principio nos presenta el autor, un robo. Miró sabe moldear con astucia los caracteres de los personajes dando a cada uno su propia personalidad. Es sorprendente cuando nos presenta de forma justificada la parición del fantasma del padre del profesor fallecido recientemente.
            Sorprendentemente el autor saca pequeños detalles humorísticos de estos cuatro personajes que están marcados por una existencia intranscendental. Es probable que ni sirvan para ser perdedores. Cuando juegan a cartas es como si tuviesen un espejo que reflejara sus propias vidas. En la que ninguno de ellos ha salido ganando.
            Cabe destacar la interpretación de los actores que han sabido transmitir la esencia de cada personaje, ensalzando la figura de Jordi Boixaderas que representa con gran maestría el personaje de actor fracasado que incluso nos deleita con una canción que deja al público sin respiración. Sin olvidarnos de Jordi Bosch que destaca, una vez más, su vis cómica.
            Nos hayamos ante una atmósfera que deja poco al sentimentalismo. Dentro de un piso antiguo que está a punto de caerse a trozos. Donde  la ironía del juego y el azar juega sus propias cartas. Dentro de este patetismo e ironía de la obra, Miró no cruza la línea del histrionismo en ningún momento. A pesar de la atmósfera creada consigue la risa de algún espectador que se debe sentir identificado con alguno de los personajes.
            Por lo tanto, una sencilla pero efectiva obra en la que nada sobra y nada falta, que transporta al espectador al interior de las desgracias de los personajes, y que deja en sus retinas un buen trabajo.




                                                                                                           Aleix Serra

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