sábado, 23 de junio de 2012

En contra del tiempo



Reanimador (Herbert West). De: H.P. Lovecraf. Dirección: Germán Collado. Dramaturgia: Germán Collado y J.C. Beas. Elenco:Antonio Luque, Cristina González; Gorkia Martín y Juan Uriel. Escenografía e Iluminación: Ana Montes. Vestuario: Sergio Guerra. Sala Valle Inclán. RESAD.

Llevar a escena una dramaturgia basada en un relato de terror de H. P. Lovecraft, es cuanto menos arriesgado, pero no por ello poco acertado. El relato narra los resultados de las investigaciones del Dr. Herbert West sobre la muerte y la reanimación del cuerpo humano, desde sus tiempos de estudiante en la ficticia Universidad Miskatonic, hasta poco después de la Primera Guerra Mundial.
Este relato, llevado a la pantalla en tres ocasiones y ahora al escenario teatral, nos cuestiona el significado de lo trascendente, el paso de la vida a la muerte, o más bien al contrario, de la muerte a la vida;  a una vida dónde están los desposeídos de alma. La lucha de una parte de la ciencia contra la muerte del cuerpo. Vemos cómo son  llevadas a cabo en escena varias reanimaciones de cuerpos muertos, y a un científico ladrón de cadáveres torturado por la evolución de sus investigaciones. Un drama desprovisto de humor con ingredientes de sangre que aún rozaba el pudor escénico.
Toda la excentricidad que requiere el personaje protagonista se ve rodeada de unos espacios escénicos dónde parcelados adecuadamente podrían aumentar esa excentricidad, o envolverle de un aura casi cotidiano en un matrimonio corriente. Pero la diferencia de registro del personaje científico en estos espacios (aunque bien diferenciados estéticamente en su conjunto), no lo estuvo tanto en su registro interpretativo. El ayudante sostuvo su papel hasta el final, entre otras cosas porque fue asesinado. La actriz que encarnaba a la esposa del científico, estuvo más brillante en su interpretación de zombi que en el de esposa, aunque tampoco estuviera nada mal. Una mezcla de un realismo fantástico con otra suerte de realismo verista. Lo tradicional en ella, frente a lo atávico y lo siniestro de él.
Vestuario austero, elegante y frio. Una escenografía única cargada de elementos en una multiplicidad de espacios. Si algo sobraba, sería alguna escena  donde mantenía encarcelado a sus rehenes muertos, que hubiesen creado más inquietud desde la extraescena. Una atmósfera gris con luz blanca, y un conseguido cementerio iluminado al borde derecho del escenario, daban ese ambiente mortuorio del terror. Una especie de gran salón con ningún elemento de Ikea.
Lo narrativo y lo visual unidos creaban -no en pocas ocasiones- una fusión, destacando lo visual o lo estético por encima sin duda alguna de lo narrativo, que explicado a comienzo de la obra en una conversación filosófica y metafísica entre Herbert y su ayudante, quedaba claro cuál era el objeto de tales estudios, es decir, el principio químico que separa la vida de la muerte, por lo que el resto era puramente visual y entendible sin necesidad de dramas, por otro lado, nada exagerados y dando prioridad al leitmotiv, o lo que es lo mismo, la reanimación de cadáveres con el supuesto objetivo de desafiar las leyes naturales.
En definitiva, una arriesgada y conseguida puesta en escena de un joven director dentro de un género teatralmente complejo. Un final algo desconcertante dejó al público en silencio durante unos segundos hasta que se iniciaron los aplausos. Lo que parece avalar que ir en contra del tiempo es aún, desconcertante para nuestro imaginario.

Juana Galgo Vereda

No hay comentarios: